jueves, 5 de febrero de 2015

INTIMIDAD Y SEXUALIDAD (I)


Por José Angulo                                                                                                   
Psicólogo clínico
Psicoterapeuta en Biogestalt y dinámica grupal
Actualmente en proceso de formación como Psicoterapeuta Somático en Biosíntesis



Como podéis observar en el título, tenemos pensado seguir publicando más artículos en relación a este tema. En el actual, nos enfocamos prioritariamente en los aspectos que tienen que ver más con lo afectivo, dejando entonces el lado más sexual para esos futuros artículos.
Tampoco es nuestra intención establecer un “decálogo de la buena pareja”, ya hay mucho y muy bueno escrito a tal respecto. En nuestro ánimo está compartir con todos vosotr@s nuestra propia y particular experiencia personal y profesional con el tema.
Bien, pues para irnos situando y cómo ya habíamos mencionado en el anuncio del artículo, a todas luces se hace necesario hoy, ir poniendo nuestra energía en un cambio de paradigma acerca de la pareja. Como sabemos, venimos de un pasado en el que los roles dentro y fuera de la pareja estaban ferreamente marcados, dando lugar a unos estereotipos que nos alejaban de una posibilidad de relación más desde la Esencia. En esta etapa imperaban claramente los valores del patriarcado, en detrimento de que pudiera brillar y florecer el verdadero poder de la mujer, o mejor dicho, de lo femenino. Podríamos denominar a este modelo de pareja, como predominantemente codependiente.
En un pasado mucho más reciente, la mujer[1] en general comienza a independizarse para hacer valer su poder, masculinizándose también y adoptando por tanto algunos de los valores del patriarcado del cual necesitaba liberarse. Fue una conquista imprescindible, pero en el camino y a nuestro modo de ver, quedaron “perdidos u olvidados” algunos de los elementos esenciales que caracterizan al verdadero poder de lo femenino. Asimismo, el hombre comienza a perder toda referencia, feminizándose artificiosamente o intentando aferrarse de manera velada y no tan velada, muchas de las veces desesperada, a las  concepciones caducas de lo masculino. Podemos señalar aquí, que llega prácticamente hasta nuestros días, el paradigma de la supuesta pareja independiente.
Todo ello aderezado con un panorama social actual que promueve exactamente la misma confusión, y no es casual, ya sabemos que la pareja/familia es la microestructura social por excelencia, y como decían o dicen los herméticos, como es arriba es abajo y viceversa.
Así llegamos a un momento en el que divorcios, rupturas y separaciones son el “pan nuestro de cada día”, un momento en el que la tónica habitual de muchas de las relaciones de pareja es la insatisfacción, la decepción, el sinsabor, o la sensación (muchas veces que permanece en el tiempo) de estar transitando “un terreno gris”.
Sin mucho menos querer entrar a describir y explicar en detalle toda la dinámica de conflicto que se produce en la pareja actual (y en realidad, de toda la vida), sí podemos sintetizar que la raíz común de todos ellos se encuentra en nuestro propio sentido de amor herido que acarreamos desde el principio de nuestras vidas. Esta herida adopta muy diversas formas al manifestarse, pero en la pareja de una manera u otra siempre se presenta en forma de expectativa de salvación, llegamos a confiar, la inmensa mayoría de las veces inconscientemente, la responsabilidad de nuestra cura en el otro, y es así que cuando sentimos que esta expectativa inexorablemente no se cumple, un enamoramiento tras otro, una relación tras otra, una nueva esperanza y desesperanza, igual de inexorables surgen dichos conflictos: luchas de poder, chantaje, manipulación, culpabilización, sometimiento, mentira, aislamiento, etc.,etc.
Quiere decir todo esto que aspirar al ideal de amor de pareja es poco menos que un imposible?.
Decididamente no, constituye eso sí, un enorme desafío, asumir el encontrarse casi constantemente al filo de la navaja, pero después de todo la vida no nos recuerda a cada pequeño paso el sentido de impermanencia?. Sentimos que ese es el “precio que se ha de pagar” por el profundo y genuino crecimiento que aporta el estar ahí...
Hablemos un poquito aunque sea de los cómos, intentando dirigirnos en este sentido a lo que consideramos lo esencial de lo esencial:
  •  Pareja significa par, es decir, dos. Así que por un lado tenemos a dos individuos que pueden ser de hecho bastante diferentes entre sí, y por otro, la unión de éstos, que da lugar a otra dimensión más allá de una mera suma...qué implica ésto?. Ante todo la necesidad de que cada uno se encuentre o se vaya encontrando y recuperando a sí mismo con todo su propio y particular equipaje de dolores, miedos, vulnerabilidades y por supuesto fortalezas y potencialidades, y vaya haciendo camino con esto, un camino asimismo propio y de hecho, único; de tal manera también que evitemos en la medida de lo posible, llegar y estar en la zona de la pareja con la peligrosa y dañina expectativa de que el otro cargue con ese equipaje nuestro. Es con esta actitud honesta y responsable que entendemos se puede ir construyendo al menos algo sano y auténtico, es así que estaremos en condiciones de dar y recibir lo mejor del uno y del otro, y por tanto irnos acercando a ese ideal de AMOR que todos buscamos de alguna manera. Y es así que podemos ir poniendo pie en la nueva y necesaria alternativa de paradigma de pareja: la INTERDEPENDECIA, es decir, que a diferencia de los anteriores, aquí la dimensión de pareja se nutre de lo mejor de sí mismos como individuos, tomando contacto también (será tema de otros artículos) con lo más puro de las esencias femenina y masculina, independientemente de su orientación sexual, y sustituyendo la lucha de poder por la verdadera entrega y el compartir.  En un sentido sagrado incluso, con el cual comulgamos, por la devoción, esto es, el compromiso no de mente sino de corazón y la compasión, es decir, el auténtico sentido de compañía mutua que proviene de ponerse de corazón en el lugar del otro, en la comprensión de su sufrimiento y su alegría. Puede parecer esto exagerado?
Tal vez, pero si lo que ambicionamos es ir rompiendo con esos viejos moldes y curar realmente heridas propias estando juntos, no nos queda otro remedio que ir intentando practicar el amor incondicional; continuamos en los cómos:
  • El respeto, atendiendo a su sentido etimológico de mirar por segunda vez, esto a su vez implica el intentar no juzgar en su sentido más amplio, mirando al otro más allá de lo que oyes y ves, y de lo que esto te hace sentir, más allá de lo que aparenta, observando su niñ@ y tu niñ@, más allá de vuestras historias de condicionamientos, en definitiva, mirarlo como a otro tú, que desea y necesita con anhelo lo mismo que tú, esto es, no sufrir y sentir que es tan merecedor de ser amado como capaz de amar.
  • La otra persona no es objeto de posesión en ningún sentido, ni un molde a imagen y semejanza de lo que deseas en todo momento. Intentar mantener esta actitud por encima de todo, nos aproxima también a un auténtico sentido de libertad. Mantener esta actitud cuando miramos al otro, significa verdaderamente renunciar a poner condición alguna.
Normalmente lo que llamamos amor en una relación se expresa, muchas veces de forma inconsciente, en términos de: “si tú me das, si tú eres, si tú haces o dejas de hacer...entonces yo...”. Ansiar controlar lo incontrolable por definición, atentar contra la libertad del otro y por tanto contra la propia, porque de esta manera también vivimos esclavos de que se nos de o no nuestra “merecida” ración o migaja de amor. Desde luego, uno puede y debe elegir, pero con CONCIENCIA de todo lo expuesto hasta ahora.
Entonces qué hacemos?!:
RENUNCIAR a POSEER!, RENDIRNOS!, tratar de evitar caer en la constante y atormentada lucha que supone estar instalado en los miedos condicionados. SOLTAR de una vez!, no sólo mires a tu pareja, ADMIRA lo bella que realmente es!, porque siente, padece y anhela en el fondo exactamente lo que tú!, y probablemente igual que tú también, no termina de conocer el alcance del poder de esta belleza interna, y la libertad que conlleva. Admira a tu pareja igual que a un majestuoso paisaje de naturaleza salvaje, que aún formando parte de ti, no puedes poseer, etiquetar, controlar ni “fabricar”, sin embargo está ahí, absolutamente disponible para que nos embriaguemos contemplándolo.
Hay ocasiones en las que la mejor señal cuando se está en una crisis de pareja es el cansancio que sobreviene fruto de esas luchas, es realmente sanador cuando éste llega a tal extremo que justamente entonces no te queda otro remedio que soltar, dejar ir, bien la relación o bien aquello que tanto te asustaba. Este es el terreno fértil en el que con la adecuada guía y la suficiente conciencia, puedes sentir inequívocamente la necesidad de girar el rumbo, es aquí que surge una sensación de espaciosidad interna, y de paz y confianza, que llevadas a la pareja pueden resultar francamente curativas. Se produce entonces un estado de trascendencia que nos acerca a ese sentido de amor incondicional.


NOEMÍ CASABÓN & JOSÉ ANGULO


[1]   Cuando aludimos aquí tanto a la mujer como al hombre, lo hacemos independientemente de su orientación sexual.

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